
Hace mucho tiempo vivía un joven practicante de artes marciales cuyo mayor anhelo era ser el mejor luchador. Para conseguir su meta se fue en busca de un maestro muy famoso de la época que era reconocido por no haber perdido jamás un solo combate sea con manos vacías o armas.
Dejo todo tras de sí y se marchó de viaje para reunirse con él. Cruzó valles y montañas, vadeó ríos y escaló barrancos hasta que consiguió encontrarle en una cueva retirado en lo alto de una montaña. El maestro salió a recibirlo y lo invitó a pasar y a descansar un momento tomando un poco de té.
Una vez que el joven se sentó y ambos tuvieron una taza de donde beber el Maestro preguntó…
– ¿Qué es lo que le trae hasta aquí?
– Quiero entrenar con usted, Maestro, estoy dispuesto a hacer todo, no me importa lo que requiera. Quiero ser el mejor.
– Ya veo, pero eso llevará muchísimo tiempo.
– ¿Muchísimo tiempo? ¿Cómo cuánto?
– ¡15 años!
– ¿15 años? Eso es demasiado ¿y qué pasa si entreno con usted pero lo hago dos veces por día?
– ¡Ah! pues en ese caso… ¡20 años!
– No, no, no… es inaceptable (dijo impaciente el joven). ¡Mire estoy dispuesto a entrenar dos veces y el doble de horas de lo que entrena cualquier alumno suyo!
– Ah veo, pues en ese caso… ¡35 años!
– No, no, no, Maestro, mire estoy dispuesto a venderlo todo y venir a vivir con usted si es necesario, no soy rico pero poseo suficiente para no preocuparme porque me falte nada, de modo que me podré dedicar solo a esto y pagarle bien.
– Veo, veo… ¡50 años!
El joven perdió los estribos.
– Disculpe Maestro pero con todo respeto usted me se está burlando de mí. Cuanto más le digo que estoy dispuesto a dejar y a entrenar usted agrega más años y pareciera que cada vez tardaré más en ser el mejor.
El Maestro lo miró con una expresión calma y que reflejaba también cariño y le dijo:
– Joven no se enoje usted, ni pierda los estribos escúcheme y aprenda la primera lección. Si la vista está demasiado ocupada en la meta no se logra ver el camino con claridad y fácilmente nos extraviamos o caemos. No piense en el tiempo que le llevará ser el mejor, ni en el esfuerzo ni en las horas. Tome conciencia del momento y vívalo del modo más intenso que pueda. He allí la verdadera vía.