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Instituto Movimiento y Salud

Un día de taichí en la cárcel de Soto del Real

28 noviembre, 2018

El pasado 10 de noviembre el Instituto Movimiento y Salud volvió por segunda vez al centro penitenciario de Soto del Real a dar un taller de qigong y taichí a los internos de los módulos de conciliación en un evento organizado por la ONG Solidarios.

En esta ocasión íbamos con la expectativa bajada al nivel de «que al menos pasen un buen rato», pero también con la idea de poder darles algunas herramientas que pudieran usar en su día a día para aprender a relajarse. En el último encuentro que tuvimos con reclusos en tercer grado en el Parque del Retiro nos contaron que lo que peor llevaban era el estrés. Así que con los conocimientos que teníamos gracias a nuestro maestro Javier Arnanz, teniendo una pequeña idea de cuales podían ser sus necesidades y nuestra mejor actitud fuimos al Centro Penitenciario Madrid V o prisión de Soto del Real.

Como ya comento nuestra compañera Irene en un artículo sobre la visita anterior que hicieron algunos compañeros del Instituto, las medidas de seguridad eran las que cualquiera puede esperarse y que todos hemos visto en televisión; varios controles donde tienes que identificarte, muros superaltos, puertas muy pesadas. De camino a donde nosotros daríamos el taller también pudimos ver la sala común, donde había gente jugando a las cartas; y el patio cuyos muros estaban adornados con diferentes murales de paisajes.

Al taller asistieron algo más de 30 internos en una sala adjunta a la biblioteca, ya que el tiempo no acompañaba para realizar la practica al aire libre. Todos muy educados y amables se fueron acercando a nosotros y nosotras para presentarse y saludarnos e incluso para preguntarnos, con una sincera curiosidad, que era «eso del qigong y el taichí». Nosotros aprovechamos a ir respondiendo en el tiempo que tardaron en entrar todos para empezar la sesión. Yo fui el encargado de dirigir el taller, asistidos por mis compañeros Maribel y Santi, añadiendo explicaciones a lo que yo decía y corrigiendo a los asistentes cuando era necesario. Apretados, la sala no era lo suficientemente grande, pero era lo que teníamos, comenzamos con un calentamiento previo y después un ejercicio de relajación, en el que yo les indicaba donde llevar su atención, ya fuera a su respiración o a las sensaciones físicas de relajación de las diferentes partes del cuerpo. Aquí hubo un par de momentos curiosos.  El primero de ellos fue cuando durante unos minutos a través de la relajación guiada que mantuve al principio de la sesión se creó un calmado silencio solo roto por las inhalaciones y exhalaciones relajadas de los asistentes. Fue bonito, sin lugar a duda. El segundo, un poco más gracioso, sucedió cuando al ir guiando por las diferentes partes del cuerpo que había que ir relajando, al decir «relajamos las nalgas» se pudieron oír algunas risillas.

Después del calentamiento seguimos con la serie de Peng y An del Baduanjin del estilo Yang que entrenamos en la escuela. Escogí enseñarles esta rutina ya que, aunque en realidad es un trabajo muy interesante y profundo donde trabajamos con las energías que le dan nombre a la rutina, en sus primeros niveles de estudio ayuda a relajarse ya que ya sea llevando la atención a la respiración o a los movimientos de los brazos nuestra mente puede centrarse en una sola cosa y permitirse relajarse.

Y, por último, también pudimos sacar un rato para trabajar las respiraciones más a fondo, haciendo más hincapié en la parte activa y pasiva de la respiración, los pasos y los cambios de peso y giros de cadera.

Después de casi hora y media terminamos, de manera un poco abrupta debido a que coincidió el taller con las llamadas para las visitas, pero con la sensación de haber cumplido nuestras expectativas. Según fueron saliendo se despidieron de nosotros mostrando su agradecimiento, nosotros nos dirigimos por el camino por el que entramos, y en la entrada pudimos disfrutar de un poco de zumo y bollos que una de las voluntarias trajo para invitarnos ya que era su cumpleaños.

Volveremos de nuevo en el futuro, con ganas renovadas y con ilusión para poder llevarles nuestra compañía y los beneficios que pueden aportar el tai chi y el qigong a las vidas de todas las personas, estén donde estén.

Andrés y Santi


Cuando mis compañeros dijeron si a alguno le apetecía ir el 10 de noviembre a impartir una clase de Tai Chi a la cárcel de Soto del Real me lancé a la piscina y les dije que contarán conmigo.

A medida que pasaban los días no voy a negar que me entraba cierta inquietud ya que nunca había estado en un centro penitenciario y tampoco había tenido ningún trato con personas que hubiesen pasado por allí. No podía saber si iba a ser una experiencia positiva o no, si iba a sentir claustrofobia o no al sentirme encerrada en el centro ya que imaginaba el ruido de las puertas cerrándose a mi espalda con un horrible chirrido (veo demasiadas películas), o si iba a saber dirigirme o no a los reclusos.

Toda esta inquietud e inseguridad se me quitó nada más montar en el coche y comenzar a hablar con la persona de la ONG Solidarios que nos había invitado a hacer el taller. No niego que la hice bastantes preguntas durante el trayecto, pero todas sus respuestas me ayudaron a llegar a las puertas del centro con total tranquilidad y dispuesta a disfrutar de esta experiencia.

Después de dejar todo en el coche y coger el DNI comenzamos con el proceso de identificación y paso por diferentes controles. No recuerdo si pasamos por 3 o 4 puestos de control diferentes. Hasta aquí todo normal y previsible ya que, si has viajado a EEUU estas bastante acostumbrado a pasar por infinidad de controles de policía, cacheos y demás, así que realmente me pareció bastante light la entrada a un centro penitenciario y sobre todo después de mi última experiencia para entrar en Canadá, eso si que fue un control largo y tedioso, además de mosqueante.

Finalmente atravesamos el patio central con unos jardines muy bien cuidados y presidido como es lógico por la “torre de vigilancia”, para llegar al módulo donde íbamos a impartir nuestro taller. Ultima presentación de nuestra tarjeta de visitante y entramos en el módulo. Ante mi aparecía una inmensa sala con mesas, zona de lectura y descanso, mesa de pin-pon y otros juegos donde los internos nos estaban esperando. Nada más lejos de lo que yo me imaginaba ya que esperaba un sitio pequeño donde la gente no tenía apenas espacio para moverse. Esta sala tiene acceso directo al patio del módulo y a otro anexo donde se encuentra la biblioteca y una antesala a modo de teatro, lugar en el que impartimos el taller. Nos dirigimos a esta sala y me sorprendió como en poco tiempo empezaron a aparecer los internos, unos con curiosidad, otros con verdadero deseo de participar y otros quizá a pasar solo el rato porque no tendrían otra cosa mejor que hacer, pero todos con gran educación y respeto. Según entraban se iban presentando y muchos de ellos ya venían con preguntas preparadas sobre lo que íbamos a hacer, o qué diferencia hay entre Chikung y Tai Chi, entre otras.

Comenzamos el taller bastante apretados ya que tuvimos aforo completo. Después de unos estiramientos para entrar en calor Andrés, que dirigió la sesión contando con la ayuda de Santi y mía, comenzó con una serie de relajación donde nos pidió a todos que cerráramos los ojos mientras él nos iba dando pautas de que relajar. He de decir que yo “por si las moscas” no cerré ojos pero que para la próxima vez lo haré con total seguridad. Seguimos con la primera joya del Baduanjin, la serie de peng y an, para acabar haciendo pasos con cambios de peso para que no se quedarán con la sensación de no haber hecho Tai Chi.

Y así poco a poco, haciendo ejercicio y respondiendo a las preguntas que nos formulaban llego el final de la jornada. Había pasado una hora y media y se me había hecho cortísimo.

La despedida fue un poco caótica porque fueron llamados a visita, comunicación o a comer, no sé muy bien a qué y de repente cogieron los apuntes que los llevamos y se despidieron. Algunos con un poco más de tiempo se acercaron a darnos las gracias y a pedirnos que regresáramos.

Espero que para ellos esta experiencia haya sido tan positiva como para mí y les hayamos podido ayudar a relajarse un poquito en su día a día o incluso espero que con los apuntes en mano hayan seguido alguno de ellos practicando y preguntando dudas a otros compañeros, como me comentó un grupito de tres reclusos que estaban juntos y que iban a hacer.

Y por supuesto espero que pidan a la ONG Solidarios que volvamos para dar otro taller porque yo me apunto y esta vez mucho más relajada después de esta experiencia positiva para mí.

Maribel