
Vuelve a amanecer lloviendo pero al menos hoy no tenemos que estar al exterior. Después del desayuno de los campeones aprovechando al máximo lo pagado por el buffet, terminamos de recoger y nos ponemos de camino a la estación en dos taxis más llenos de maletas que de pasajeros.
La estación sur de Beijing es enorme y por supuesto llena de chinos. Buscamos el lugar para encontrar las taquillas donde sacar los billetes que previamente habíamos comprado por internet. Como siempre, el lugar adecuado es donde más gente hay y nos encontramos el primer problema ¿serán válidas todas? Por supuesto no, pero esta vez hemos tenido suerte y nos habíamos colocado en una de las tres únicas válidas. Conseguimos nuestros billetes con toda la información perfectamente detallada en palito, palito, casita y somos afortunados por ir en el mismo vagón, aunque cada uno en una fila diferente.
El tren es bastante cómodo con muchísimo espacio para las piernas. Cada uno pasa sus tres horas y pico de viaje como puede. Maribel y Gaby entran en un coma profundo hasta que les despiertan los ronquidos del de al lado, Santiago se lo pasa entero hablando en inglés con una china mona que tiene al lado que se llama Lili, traducido algo así como guapa-guapa… yo soy mucho más afortunado. Tengo a un tío a cada lado, y uno tenía una fantástica aplicación de karaoke en el móvil, así que se pasó casi todo el viaje escuchando una música que sólo el oía y deleitaba mis oídos tarareando canciones típicas de hilo musical de restaurante chino al micro de los auriculares.
Al salir del tren lo primero fue sentir el bofetón del calor en la cara. Parece que esto es completamente diferente a lo que tuvimos en Beijing. El conductor del autobús estaba esperándonos, así que nos subimos al autobús con los primeros miembros de nuestro grupo a los que nos encontramos, los canadienses. Las siguientes casi 4 horas de conducción temeraria y calor asfixiante en un espacio reducido nos dejaron en la montaña.
El lugar es fantástico y el entorno maravilloso. Entran ganas de ponerse a entrenar aunque el calor es asfixiante. Dejamos las maletas en la habitación que no está mal, pero pequeña y con las camas con tablas por colchones (literal, no metafóricamente). Santi y Gaby n se pueden instalar porque falta una y se la darán mañana así que de momento esta noche les toca en una de las cabañas. Ya veremos si es bueno o malo.
A las 18 tenemos banquete de bienvenida con todo el grupo, Sam y el Maestro Joseff Chen y un par de sus alumnos e instructores del centro. Entre discursos y brindis conseguimos cenar mientras fuera empieza una tormenta eléctrica bastante aparente y más lluvia no la fuéramos a echar de menos.
Así termina el día deshaciendo maletas y retirándonos pronto porque mañana es el primer día de este intensivo. A las 5:30 en pista.
Mañana más y mejor.