
Fruto de esa incesante labor de observación de la naturaleza y de los cambios que en ella se producían durante el ciclo estacional, los médicos de la Antigüedad en China llegaron a la conclusión de que, a lo largo de cada una de las 4 estaciones, cada uno de los órganos que componen nuestro organismo adquiría un especial protagonismo y relevancia, debiéndose cultivar una serie de hábitos y cuidados que previniesen y conservaran el buen estado de salud del órgano en concreto. Así, durante el otoño, periodo en el que la naturaleza se recoge hacia adentro (ya que caen las hojas de los árboles, la luz del día se va acortando y hace más frío), es el Pulmón (al igual que su víscera asociada, el Intestino Grueso) el que adquiere dicho protagonismo, debiéndose fortalecer, por tanto, de manera relevante:
El Pulmón, como representante del elemento Metal, se caracteriza por una cierta tendencia a la expansión, a la contracción y a la transformación tanto en los niveles físicos, como en los emocionales y espirituales. Se dice que éste es el receptáculo de la Energía Celeste y de él dependen tanto la energía defensiva del organismo (el Wei Qi, que circula entre la piel y los músculos frente a los ataques externos de virus y gérmenes), así como del estado de nuestra propia piel. Si el Pulmón no se encuentra bien equilibrado durante el otoño, se hará especialmente vulnerable a los cambios de temperatura, ante el ataque del Viento (que causa las 1000 enfermedades según la MTC) o ante la Sequedad característica del ambiente. Y si eso ocurre, éste no tardará demasiado en dar su señal de alarma en nuestro cuerpo con la aparición de síntomas tales como sequedad en la piel y en los labios, sequedad y picor de garganta, tos seca, estornudos, asma, resfriados, catarros, gripe, extremidades frías, dolores de cabeza e incluso estreñimiento y arrugas.
Así pues, para prevenir y evitar tales desequilibrios durante este periodo, trataremos de tonificar o fortalecer nuestros pulmones mediante una dieta y unos hábitos e higiene de vida adecuados como, por ejemplo, vestir con más capas de ropa o hidratarnos con agua del tiempo, te o infusiones.
Si nos centramos en el plano emocional, la tristeza es la emoción que se aloja en el pulmón. Si dicha emoción se reprime, ésta terminará por instaurarse en el interior de nuestro cuerpo dando lugar a que, con el paso del tiempo, los pulmones se contraigan y no puedan ejercer adecuadamente su función de captar el suficiente Qi del aire o de dispersar y distribuir el mismo por todo el organismo. Incluso nuestra capacidad para defendernos puede verse comprometida. En este caso, el ejercicio físico como el Taiji y el Qigong, la meditación, o la ingesta de determinados alimentos y materias picantes, pueden ayudar a aliviar ese sentimiento de tristeza, devolviendo el equilibrio al Qi del Pulmón.
En relación a la dieta, a lo largo del otoño es necesario incorporar a nuestra mesa alimentos y materias (plantas) que, por su sabor picante, tonifican el pulmón; eso sí, siempre en una cantidad moderada, ya que en exceso podríamos provocar el efecto contrario. Las materias y alimentos picantes, al ser Yang, tienen un efecto ascendente que sube hasta los pulmones para abrirlos y limpiarlos, a la par que estimulan el movimiento y el flujo del Qi y de la Sangre (Xue) por los distintos meridianos.
De igual manera, tendremos que añadir a nuestra ingesta alimentos de energía neutra (ya que son equilibrantes) y de naturaleza templada (tonificantes); insistiendo en los vegetales de color blanco (como el ajo, la cebolla, el nabo, el jengibre, la pera etcétera) y en las semillas oleaginosas (como las pipas de girasol y de calabaza, el sésamo, las almendras, las castañas y las nueces). También han de incorporarse cereales como el arroz, la cebada o la avena y verduras (pequeños vegetales contraídos, fundamentalmente los blancos) como las coles de Bruselas, el brócoli, la coliflor, la cebolla, el nabo o la patata. En lo que concierne a las legumbres, durante el otoño se recomiendan la soja, los azuquis, las lentejas y los garbanzos.
Las proteínas más adecuadas para esta estación son las existentes en el pescado azul y el blanco y en los huevos y las carnes magras (de naturaleza tibia) como el pollo o la ternera, pero –insistimos- siempre con moderación.
La comida ha de ser cocinada en cocciones más largas, con más fuego y más presión como es el caso de los guisos, las sopas, los hervidos y estofados o las planchas; añadiendo plantas aromáticas como el tomillo, el romero, la salvia etcétera. De la misma forma, trataremos de evitar el consumo excesivo de bebidas frías y frutas propias del verano, como es el caso del melón, las cuales podrían perjudicar nuestro Bazo/Estomago (sistema digestivo), con el objeto de que la energía vaya hacia abajo favoreciendo y armonizando la digestión.
Dice el Yang Sheng Zhi Dao de los hombres sagrados que, “durante los tres meses de otoño (periodo de concentración) en el que el cielo es claro y el aire es puro (hasta el punto que pueda llegar a resultar violento) el hombre ha de cuidarse acostándose temprano y levantándose al alba, conforme al ritmo de las gallinas. Su actividad espiritual debe ser apacible e impidiendo que la energía patógena del otoño invada el organismo; evitando que ésta altere el proceso de purificación del Pulmón. Si se invierte este proceso, se alterará la energía que se transmitirá al invierno y se podrán contraer enfermedades y la energía de Shou (de concentración) para el invierno será escasa”.
Otoño, pues, nos invita a la retrospección y a bajar la intensidad, prestándonos un poco más de atención a nosotros mismos y a la escucha de nuestro propio cuerpo.
